lunes, 20 de agosto de 2012

Homenaje versificado

Lo bueno de no triunfar en los concursos es que puedo publicar aquí los textos que mando como único poseedor de los derechos. Este poema lo escribí para un certamen sobre Francisco de Quevedo. Sirva como pequeño homenaje, aunque sea desde este oscuro e inhóspito rincón literario.


Brilló con luz propia en pleno Siglo de Oro.
Poderoso caballero

Las llagas de San Francisco
dieron nombre al caballero
nacido el día catorce
de un septiembre madrileño.
Predestinado a sufrirlas
con azaroso trayecto,
los siglos legan la fama
mientras entierran desvelos.
Versificador versado
en lenguajes y dialectos,
estudió la ley de Dios
sin aplicar sacramento.
Su Santidad recibióle
cual cortesano correo
del noble Duque de Osuna
y de Felipe Tercero.
Participó en la conjura
de la Venecia sin suelo,
pero el complot fue un fracaso
y a poco cae en el intento.
Cómo no, blandió la espada
con la ropera fue diestro,
el maestro real de esgrima
sucumbió bajo su acero.


Entre política, fe
los estudios y algún duelo,
hubo tiempo de escritura.
Cultivó todos los géneros
con tal ardor literario
que todos correspondieron
aunque hoy día se destaquen
sólo sus dotes burlescos.
Las vivencias de don Pablos
halló el buscón en su fuero
‘A una nariz’ gongoriana
dedicó mordaz soneto.
También le rimó al amor,
infeliz casamentero
por capricho de doncellas
con luengo ocio palaciego.
Su corazón palpitaba
por distintos derroteros,
hizo “polvo enamorado”
de cuartillas con su fuego,
llama no perecedera
que alumbró preclaros 'Sueños',
traducciones y tratados
elevados como el cielo.

La Torre de Juan Abad
fue hogar, cárcel y destierro;
por su Aldea litigó
hasta achacoso, ya enfermo.
En El Lugar de La Mancha
del Cervantes quijotesco,
la apacible Villanueva
de los Infantes, cesó
su vida sexagenario.
Sin alhajas ni dineros
ha dejado vasta herencia.
Poderoso es don Quevedo.