sábado, 9 de junio de 2012

No aplaudirán tus obras en los talleres literarios

Cartel de un taller de creación literaria
de la Universidad de Murcia.





"Escribir es un oficio 
que se aprende escribiendo"
Simone de Beauvoir







El escritor novel de hoy cuenta con un sinfín de herramientas para ir construyendo su aprendizaje. Una de las más publicitadas, demandadas y utilizadas son los talleres literarios, tanto online como presenciales, de Escritura Creativa (término que ya abordé en esta entrada antigua).

Yo también me cansé de mi trayectoria autodidacta y me inscribí en uno de esos talleres, a los que estuve acudiendo dos cursos completos (unos catorce meses en total). Durante ese tiempo saqué mis propias conclusiones de las bondades y peligros de acudir a esas clases, experiencia que ahora comparto con el/la escritor/a novel que dude si merecerá la pena invertir tiempo y dinero en algo tan heterodoxo como recibir lecciones de escritura.

Lo mejor es, de largo, todo lo que se escribe. No sé en las demás, pero en mi escuela se establecía un altísimo ritmo de trabajo: un relato a la semana a partir de distintas propuestas para trabajar los géneros, tipos de narrador, los finales, etc. Pasado el tiempo, encuentras en tu disco duro una buena cantidad de escritos que, mejores o peores, jamás hubieras acumulado por ti mismo.

La puesta en común de las obras es otro de los elementos aprovechables estas particulares escuelas. Normalmente, un escritor/a que no haya entrado en estos círculos sólo contará con las críticas de sus familiares y amigos, que por supuesto serán todas laudatorias. Pero, ay amigos, el golpe de realidad que experimentas cuando te desnudas y lees tus obras ante los compañeros puede ser terrible. Acudirás a los talleres convencido de que eres muy bueno, pero comprobarás que la gente no aplaude con tus relatos. Aprender a aceptar las criticas es quizá la mejor lección que te llevarás de los cursos. He conocido a más de una docena de personas que, desalentados por las objeciones, abandonaron (algunos sólo acudieron a una clase). Incluso los profesores han de ser muy cuidadosos para no hundir al aprendiz, no vaya a ser que se lo piense mejor a la hora de pagar la próxima mensualidad.

Ahora bien, los problemas llegan cuando vas a que te enseñen algo que no tiene reglas, normas ni axiomas. Las matemáticas cuentan con sus teoremas, la física se apoya en fórmulas y el lenguaje se construye con dictados sintácticos, pero la escritura es una actividad basada en la intuición del creador. Aquí no hay trucos infalibles ni postulados en los que te puedas apoyar cuando todo lo demás se derrumbe.

Además de la zozobra de moverse sobre arenas movedizas, el alumno/a debe desarrollar una aguda capacidad crítica para filtrar las enseñanzas que recibe y quedarse sólo con las que realmente cree que son provechosas. Si no lo hace corre el riesgo de perder su personalidad propia y acabar escribiendo como el profesor de turno cree que hay que escribir. Entonces el taller de literatura se convierte en un taller de manufacturas, donde todas las piezas que se producen en masa son iguales.